Himno Nacional de Honduras

  • Historia

En 1904, el entonces Presidente de La República El General Manuel Bonilla encargó la misión a un grupo de escritores nacionales de escribir himnos, con el fin de elegir entre ellos el más adecuado para ser el Himno Nacional. Sin embargo, fué hasta el año 1910, en el Mandato Presidencial de Miguel Dávila y por iniciativa de los Diputados Rómulo E. Durón y Ramón Valladares que se abrió oficialmente un concurso para escribir la letra y la música del Himno Nacional, bajo decreto No. 115 emitido por el Soberano Congreso Nacional de Honduras. No obstante en 1912, el concurso fue declarado “desierto” en vista que ninguno de los 10 trabajos presentados cumplían con los requerimientos exigidos. En 1915, El Presidente de la Republica, Dr. Alberto Membreño emitió el Decreto No. 42, bajo el cual declaraba oficial el Himno Nacional escrito por el Poeta Hondureño Augusto Constancio Coello, y la música del Maestro Alemán Carlos Hartling.

  • Música


  • Letra
Coro 
Tu bandera es un lampo de cielo por un bloque de nieve cruzado; y se ven en su fondo sagrado cinco estrellas de pálido azul; en tu emblema, que un mar rumoroso con sus ondas bravías escuda, de un volcán, tras la cima desnuda hay un astro de nítida luz. 

I India virgen y hermosa dormías de tus mares al canto sonoro, cuando echada en tus cuencas de oro el audaz navegante te halló; y al mirar tu belleza extasiado, al influjo ideal de tu encanto, la orla azul de tu espléndido manto con su beso de amor consagró. 

II De un país donde el sol se levanta, más allá del atlante azulado, aquel hombre te había soñado y en tu busca a la mar se lanzó. Cuando erguiste la pálida frente, en la viva ansiedad de tu anhelo, bajo el dombo gentil de tu cielo ya flotaba un extraño pendón. 

III Era inútil que el indio tu amado, se aprestara a la lucha con ira, porque envuelto en su sangre Lempira en la noche profunda se hundió; y de la épica hazaña, en memoria, la leyenda tan sólo ha guardado de un sepulcro el lugar ignorado y el severo perfil de un peñón. 

IV Por tres siglos tus hijos oyeron el mandato imperioso del amo; por tres siglos tu inútil reclamo en la atmósfera azul se perdió; pero un día gloria tu oído percibió, poderoso y distante que allá lejos, por sobre el atlante indignado rugía un león. 

V Era Francia, la libre, la heroica, que en su sueño de siglos dormida despertaba iracunda a la vida al reclamo viril de Dantón; era Francia que enviaba a la muerte la cabeza del rey consagrado y que alzaba, soberbia a su lado el altar de la Diosa razón. 

VI Tú también ¡Oh mi patria! te alzaste de tu sueño servil y profundo; tú también enseñastes al mundo destrozado el infame eslabón. Y en tu suelo bendito, tras la alta cabellera de monte salvaje como un ave de negro plumaje la colonia fugaz se perdió. 

VII Por guardar ese emblema divino marcharemos ¡Oh patria! a la muerte; generosa será nuestra suerte si morimos pensando en tu amor. Defendiendo tu santa bandera, y en tus pliegues gloriosos cubiertos, serán muchos, Honduras, tus muertos, pero todos caerán con honor.

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